“Solo quiero dinero y respeto”, las dificultades de las mujeres para llegar a puestos de poder

“Solo quiero dinero y respeto”, las dificultades de las mujeres para llegar a puestos   de poder

Voy a hablar de mujeres en puestos directivos. ¿HOY? Si el día de la mujer fue ayer. Ya pasó. Si, hoy, 9 de marzo, mañana, pasado y el mes que viene. Hasta que se normalice la presencia de la mujer en puestos de poder y no haya que escribir.

Cuando estudiaba administración de empresas en Birmingham, en muchas de mis clases había más mujeres que hombres. No es raro. Las estadísticas dicen que por cada 100 hombres en la universidad hay 116 mujeres. Sería hipócrita decir que todas ellas eran brillantes, solo por su género. Unas destacaban más que sus compañeros, otras no. Muchas de ellas han llegado a la cima, otras se han quedado en puestos intermedios. Como es normal, a la mayoría las he perdido la pista. Pero recuerdo una conversación que me marcó; mientras trabajamos en grupo le pregunté a una compañera que quería conseguir a lo largo de su carrera.Sin despegar la mirada de sus apuntes de macro, solo le hicieron falta dos palabras: dinero y respeto. Me pareció simple. Hasta frívolo. Ahora veo que no lo es tanto.

No sé qué fue de ella.

Lo que sé, es que seguramente lo haya tenido más difícil. Probablemente se haya sentado en mesas en las que su mayoría eran hombres. Quizá haya sentido que su opinión, en esas interminables reuniones hasta las mil de la noche, no vale lo mismo que la de sus homólogos del género masculino. La habrán llamado mandona, cuando simplemente tenía dotes de liderazgo. En algún momento, habrá aceptado resignada que si ellos dan las mismas órdenes a sus subordinados es lo normal. Es probable que la hayan tildado de histérica, a sus espaldas, porque ha sido enfática o entusiasta. A lo mejor y solo a lo mejor, ha tenido que trabajar el doble para cobrar lo mismo que el que fuera su compañero de pupitre.

Y es que en España, existe una promoción igualitaria hasta cierto punto. Porque cuando llegamos a esferas altas, el puesto es para el hombre. Hay datos que lo prueban. Las mujeres representan el 60% de los licenciados en España y el 45% del mercado laboral pero al llegar a la alta dirección de las compañías, este porcentaje desciende entorno al 10%.

Mucho tiene que ver la conciliación familiar y profesional, las decisiones que tienen que tomar las mujeres para llegar a lo más alto. Las mismas que, a pesar de que nosotros también traemos un ser humano a la tierra, nadie nos exige que tomemos. Pero también, es porque el sistema está liderado por hombres. Y en eso todos tenemos la culpa. Muchos de los grandes empresarios son personas muy conservadoras. No me refiero al término político, me refiero a que contratan lo que conocen. Lo que se parece a ellos. Yo también he seguido esa norma. Se elige entre personas de confianza, que en su mayoría, son hombres. Si los jefes son europeos, blancos, de tal universidad probablemente se decanten por lo mismo.

También he observado que en una entrevista de trabajo para puestos de alta dirección, los hombres se sienten más cómodos cuando están cerca de otro hombre. Menuda cosa más absurda. En eso entra la percepción y es algo difícil de cambiar. Padecen o incluso diría padecemos, una especie de aversión al riesgo. Una estúpida aversión a aquello que no está establecido. Porque en el ámbito financiero, aunque ahora está cambiando, uno asume que en los sectores intermedios habrá más mujeres y en los altos serán hombres los que lleven la batuta. Solo por inercia. En algunos entornos, además, los hombres promocionan por su potencial y las mujeres por sus resultados.

Y esto, sea o no el día de la mujer trabajadora, tenemos que cambiarlo desde dentro. Para eso las mujeres tienen que entrar a formar parte de todos los ámbitos de decisión. Y sí es con discriminación positiva, que así sea. Para cambiar esa percepción. Para marcar las prioridades. Para actuar. Siempre me acuerdo de una frase de Margaret Thatcher. “«Si quieres que se diga cualquier cosa, pídeselo a un hombre. Si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer”. Esa también me la enseñó mi compañera, sin levantar la vista de sus apuntes de macro.

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