Si sigues mi blog con cierta frecuencia sabrás que en ocasiones abordo temas como los principales conceptos indemnizatorios, el daño emergente y el lucro cesante. Me gustaría recordarte que el primer concepto corresponde al valor equivalente al perjuicio que se ha sufrido directamente, mientras el lucro cesante es la ganancia que se deja de obtener o dinero que se ha cesado de ingresar a causa del daño ocasionado.
Sobre lucro cesante en concreto he escrito algunos posts anteriormente, tratando sobre su relación con el mundo de los seguros o el de la piratería digital. Hoy me gustaría dedicar otro artículo a hablar cómo el lucro cesante comienza a introducirse en campos como la agricultura o la ganadería.
En estos sectores tiene todo el sentido que se reclame este daño y se busque cubrirlo, ya que el campo y los animales están sometidos a numerosos problemas que en muchas veces son incontrolables. Los temporales, la falta de lluvia, los vertidos químicos, las enfermedades o las plagas pueden hacer muchísimo daño a las cosechas, las granjas, etc y hacen perder mucho dinero e incluso arruinar a aquellos que se ganan la vida atendiéndolas.
Los ganaderos comienzan a reclamar el lucro cesante para hacer frente a los imprevistos que les suceden y afectan a sus animales. En los últimos días la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos de Extremadura (UPA-UCE) ha puesto de manifiesto la complicada situación que viven sus explotaciones de vacuno y caprino por la enfermedad de la tuberculosis, que se habría visto agravada por la sequía. La asociación pide varias medidas para que mejora la situación y, entre ellas, reclama que el Ministerio de Agricultura ponga en marcha una ayuda a la pérdida de lucro cesante a la que hacen frente las explotaciones afectadas.
Yendo hacia el norte encontramos que algunas administraciones sí que empiezan a contemplar este tipo de ayudas de lucro cesante. Así, la Consellería de Medio Rural de la Xunta de Galicia da la posibilidad desde principios de febrero de pedir compensaciones complementarias por la inactividad (así como por la reposición) de animales en explotaciones de ganado bovino, ovino y caprino para aquellas pequeñas y medianas explotaciones gallegas que se hayan visto obligadas a realizar sacrificios por programas oficiales de erradicación de enfermedades. En total, se habla de una partida presupuestaria de 250.000 euros para este 2018.
La justicia también está favoreciendo al ganadero en este sentido. Hace unas semanas el juzgado Contencioso Administrativo dictó sentencia para que la Comunidad de Madrid pagara 21.555 euros a un ganadero de Paredes de Buitrago, al cual había concedido una cantidad muy baja como compensación por el ataque de un lobo a sus corderos y terneros. El juez determinó que los daños que había sufrido eran seis veces superiores y no daban para asumir “ni los daños directos, ni los indirectos, ni el lucro cesante ni los gastos veterinarios”. Sería la primera sentencia condenatoria por daños patrimoniales de este juzgado contra la propia Comunidad de Madrid. Desde la administración madrileña aseguran que trabajan con constancia para paliar dichos daños y que sus ayudas también incluyan tanto el lucro cesante como los gastos indirectos.
La agricultura, asignatura pendiente
El lucro cesante, sin embargo, es una idea que cala muy despacio en el sector agrícola. Prueba de ello es lo que está ocurriendo en la Comunidad Valenciana. La Consellería de Agricultura ha comenzado a dar ayudas para los afectados por la xylella fastidiosa, una bacteria que se ha considerado popularmente como ‘el ébola de los almendros’ por su ataque letal contra estos árboles.
Sin embargo, estas ayudas valoradas entre los 2.800 y los 6.200 euros por hectárea, no tienen en cuenta el lucro cesante. Así lo critica la Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA). Curiosamente el lucro cesante sí estaría contemplado para productores y comercializadores de plantas de vivero, lo que desde Asaja ven como una tremenda injusticia. El objetivo de este sindicato es que se den partidas presupuestarias para sufragar los daños en los viñedos y frutales y se incluya este concepto indemnizatorio, que no suele ser tan fácilmente cuantificable como el daño emergente.
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